A
menudo, cuando oímos hablar en otros idiomas, nos parece que las
palabras corren a toda velocidad, como si se tratara de la ráfaga de una
ametralladora. Desde el punto de vista científico, ese hecho fue notado
por el lingüista Peter Roach en
1998. Ahora, un estudio llevado a cabo en Francia ha cuantificado esa
impresión. Y con resultados ciertamente sorprendentes, ya que resulta
que es el castellano, junto al japonés, el idioma más "rápido" de todos los estudiados.
François
Pellegrino, de la Universidad de Lyon, analizó el habla de 59 personas
mientras leían los mismos 20 textos en voz alta y en siete idiomas
diferentes. Y hallaron que el castellano, y el japonés, eran los más
"rápidos", ya que en ellos se sucedía el mayor número de sílabas por segundo. En el otro extremo, el idioma más "lento" de todos resultó ser el mandarín, seguido muy de cerca por el alemán.
Pero
eso no es todo. Los investigadores calcularon también cuál era la
densidad de información que transportan las sílabas de cada idioma.
Dicho cálculo se llevó a cabo por comparación con un octavo idioma, el vietnamita, elegido como referencia. El resultado fue que una sílaba cualquiera del castellano transporta una cantidad muy pequeña de información.
Mucho menor, de hecho, que en cualquiera del resto de los idiomas
analizados. Es decir, que una única sílaba en nuestro idioma contribuye
sólo en una mínima parte al significado general de la frase que la
contiene.
Justo
al contrario de lo que sucede con el mandarín. Una única sílaba de este
idioma contiene una cantidad de información mucho mayor que una en
castellano. De hecho, mucho mayor de la que contiene una sílaba de
cualquier otro idioma, algo que los investigadores atribuyen al hecho de
que las sílabas, en mandarín, también incluyen tonos. El remate del
estudio es que, a pesar de esta diferencia, al final de cada sentencia
tanto el castellano como el mandarín son capaces de transmitir a quien
escucha exactamente la misma cantidad de información.
Gramática universal
La
correlación entre la velocidad del habla y la densidad de información
varía en un factor de cinco entre los siete idiomas analizados en el
estudio, una de cuyas conclusiones es que, a pesar de la gran diversidad
de los lenguajes que existen en el mundo, todos ellos transmiten una
tasa común y constante de información, tasa que probablemente esté
"sintonizada" con la capacidad de asimilación de la percepción humana.
Lo
cual implica un cambio profundo en la forma que tenemos de comprender, y
de interpretar, la gran cantidad de lenguajes que existen en el mundo.
Ya en la década de 1950, el lingüista Noam Chomsky propuso la idea de una gramática universal,
una serie de estructuras abstractas y comunes a todos los idiomas y
lenguajes del planeta, a pesar de las diferencias aparentes que existen
entre ellos.
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Imagen: New England Journal of Medicine |
La hipótesis, revolucionaria en su momento, causó sensación
en el mundo de la lingüística, aunque más tarde se demostró que
encontrar esas "estructuras comunes" no era, en absoluto, una tarea
sencilla.
Pero
la investigación de Pellegrino abre una nueva puerta para comprender
la forma en que los humanos se comunican. Y demuestra que los diferentes
idiomas, a pesar de sus variadas estructuras y características,
suministran a quien escucha un flujo de información que es constante.
Visto de ese modo, la "gramática universal" propuesta por Chomsky deja
de ser una idea inalcanzable y abstracta para convertirse en un eje
esencial de la comunicación humana y que asegura un flujo constante de
información desde quien habla hasta quien escucha. Sin importar en qué
idioma se esté hablando.
“Solo hay mundo donde hay lenguaje”
– Martin Heidegger
El Trovador
Referencias:
- Cerebro y lenguaje: Sintomatología neurolinguística Diéguez-Vide, F. - Peña-Casanova, J.
- Revista electrónica ABC